Donde solían cantar los piquicortos
A raíz de la
popularización del cambio climático, han comenzado a aparecer un cierto
subgénero de relatos distópicos sobre el futuro más o menos cercano.
Curiosamente, no siempre las distopías son tremebundas y sombrías. Podemos
encontrar un ejemplo de ello en el relato “El último piquicorto” de Marian
Womack, contenido en la antología Mariposas del oeste y otros
relatos.
En este relato se cuenta
la historia –con tonos irónico-sarcásticos- del último ejemplar de piquicorto
en una Inglaterra muy afectada biológicamente por el cambio climático, en donde
especies extrañas campan a sus anchas, mientras que especies antaño frecuentes
han desaparecido casi completamente.
La narración raya casi
el humor negro y la trama del piquicorto no es sino una excusa para exponer las
idas y venidas de los personajes, con un cierto romanticismo latente, que se
desenvuelven como pueden en ese mundo bastante hostil, pero en el que la
civilización no ha caído, aunque sí que ha sufrido pérdidas importantes.
Por ejemplo, el vino es
cosa del pasado y la gente que vive en un entorno rural ha vuelto a ratos a los
ancestrales instintos de los cazadores-recolectores prehistóricos. Es un futuro
plausible, aunque esperemos que no lleguemos a él.
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