12 febrero 2016

Donde solían cantar los piquicortos



A raíz de la popularización del cambio climático, han comenzado a aparecer un cierto subgénero de relatos distópicos sobre el futuro más o menos cercano. Curiosamente, no siempre las distopías son tremebundas y sombrías. Podemos encontrar un ejemplo de ello en el relato “El último piquicorto” de Marian Womack, contenido en la antología Mariposas del oeste y otros relatos.

En este relato se cuenta la historia –con tonos irónico-sarcásticos- del último ejemplar de piquicorto en una Inglaterra muy afectada biológicamente por el cambio climático, en donde especies extrañas campan a sus anchas, mientras que especies antaño frecuentes han desaparecido casi completamente.

La narración raya casi el humor negro y la trama del piquicorto no es sino una excusa para exponer las idas y venidas de los personajes, con un cierto romanticismo latente, que se desenvuelven como pueden en ese mundo bastante hostil, pero en el que la civilización no ha caído, aunque sí que ha sufrido pérdidas importantes.

Por ejemplo, el vino es cosa del pasado y la gente que vive en un entorno rural ha vuelto a ratos a los ancestrales instintos de los cazadores-recolectores prehistóricos. Es un futuro plausible, aunque esperemos que no lleguemos a él.