Jim, está muerto
A veces me pregunto cuál es el conocimiento general entre las actuales generaciones sobre la literatura fantástica y, concretamente, sobre la ciencia ficción.Esta claro que la televisión y el cine han hecho mucho. Como mínimo, la ciencia ficción no es algo tan lejano como lo podía ser hace treinta o cuarenta años. Pasa lo mismo con la fantasía, que ha perdido un poco la fama de “dragonadas” para pasar a ser algo un poco más serio. Sin duda a ello ha contribuido la realización fílmica de películas como Star Wars o El Señor de los Anillos y otras tantas series de televisión de una cierta calidad.
Pero si preguntamos al público general sobre Thomas Disch, James G. Ballard, Robert Heinlein, Philip K. Dick o Ursula K. LeGuin, aunque probablemente conozcan alguna de sus obras llevadas al cine, como autores restan en el anonimato.
Tal vez algunos conozcan a Isaac Asimov, pero es poco problable que conozcan a Robert Sheckley o a James Tiptree. Tal vez a alguno le suenen las Crónicas Marcianas de Ray Bradbury o Fahrenheit 451, pero es improbable que hayan oído hablar nunca de El vino del estío o de El hombre ilustrado.
Ni si quiera autores tan modernos y populares dentro del género, como David Brin, Neal Stephenson o Connie Willis son apenas conocidos fuera de éste.
Y es que el género es mucho género todavía. Es cierto que algunos autores de fuera de éste han escrito obras de ciencia ficción, algunas de las cuales son muy conocidas, como ¿Un mundo feliz? (Aldous Huxley) o 1984 (George Orwell) o más recientemente, La carretera (Cormac McCarthy) o Nunca me abandones (Kazuo Ishiguro) o incluso 11/22/63 o La cúpula de Stephen King.
Sea por el motivo que sea, a la gente de fuera del fandom le suenan los Klingon y los Vulcanos, pero difícilmente les suena la Segunda Fundación o los Titerotes. Quien más, quien menos ha oído alguna vez la frase: “Luke, yo soy tu padre” (Star Wars) pero menos conocida es ”Está lleno de estrellas” (2001. Una odisea en el espacio).
Pero hay ciencia ficción y ciencia ficción. Basta con que se lleve una obra al cine y ésta tenga un cierto éxito para que pase al imaginario popular. Pero los autores que no han triunfado en el séptimo arte lo tienen más crudo para ser conocidos en un mundo regido por imágenes mucho más que por letras.
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