01 abril 2024

Correlaciones: Radiación darwinista

Si habéis visto la serie de ciencia ficción “Los 100” (si no, ya tardáis) habréis visto que uno de los elementos que se proponen es que tanto los animales, como las plantas, como incluso los seres humanos supervivientes que se han visto expuestos a la radiación derivada de una guerra nuclear se han adaptado con una relativa facilidad al medio y pueden vivir libremente en él.

 

En cambio, aquellos que han permanecido escondidos en refugios nucleares, son especialmente sensibles a la radiación y no pueden volver al medio natural sin protecciones especiales.

 

¿Ficción o realidad?

 

Pues más bien lo segundo. Se han hecho un montón de estudios sobre la fauna de los alrededores de la central nuclear de Chernóbil, que a finales de los ochenta del siglo XX sufrió un grave accidente nuclear que comportó la emisión al exterior de material radiactivo muy peligroso.

 

Curiosamente, la naturaleza campa a sus anchas en los alrededores de la central. Los animales se han adaptado a la radiación y prosperan tranquilamente en un ambiente poco menos que idílico, al estar casi vacío de seres humanos.

 

¿Por qué no iba a ser así? Si se han encontrado bacterias que son capaces de vivir en las inhóspitas condiciones del interior de un reactor nuclear en funcionamiento…

 

De alguna manera, los seres vivos de adaptan. Se desarrollan nuevos mecanismos para proteger de la radiación el material genético y los seres vivos proliferan. ¿Cómo es esto posible?

 

En primer lugar, me temo que hemos exagerado el daño que puede causar la radiación. Esta puede matar a corto plazo. Pensemos que uno de los elementos radiactivos más peligrosos que se liberaron a la atmósfera es el yodo-131. Se acumula en la tiroides y es fatal. Pero tiene una vida media de ocho días. Eso quiere decir que, cuarenta años después, no queda casi ni rastro.

 

En cambio, a largo plazo, una pequeña fracción de seres desarrollan defensas de manera aleatoria. Son los que sobreviven, transmiten esas características a sus descendientes y prosperan. Ni más ni menos que la evolución darwinista en acción. Los que mejor se adaptan al medio son los que sobreviven y lo conquistan.

 

Lo curioso es que a veces pensamos que la evolución es una cosa que sucede al cabo de millones o almenos de miles de años, cuando posiblemente sea mucho más rápida. Todo depende de cuánto tarde un ser vivo en reproducirse.

 

Un ciervo, que vive varios años hasta que se reproduce, tendrá una evolución mucho más lenta que un gusano, que tarda unos pocos días. Algunos gusanos nematodos se han adaptado sorprendentemente bien. Y una determinada especie de rana, ha dejado de ser verde para pasar a ser de un color oscuro. Puede que la melanina las proteja mejor de la radiación.

 

Y no hablemos ya de virus i bacterias, como bien hemos podido comprobar últimamente con la pandemia de covid-19 o cada año con las cepas estacionales de gripe común (y a veces no tan común), que mutan a grandes velocidades.

 

La radiación es un factor más en la carrera evolutiva. De hecho, la acelera, ya que provoca mutaciones con gran rapidez. La mayoría no serán viables, pero unas pocas resultarán interesantes.

 

Recuerdo un relato de ciencia ficción muy antiguo, de antes de la Edad de Oro (“El hombre que evolucionó”, “The Man Who Evolved”, 1931), en que se utilizaba la radiación para producir seres humanos mutados casi en tiempo real. No tenía mucho sentido, ya que entonces no se conocían bien estos mecanismos. Pero entre eso y tener que esperar millones de años, está la realidad.